Los niños de Irak juegan a la guerra en estas fiestas musulmanas
Artículo publicado en Hoy.es
Ali Yaburi
Bagdad, 25 nov (EFE).- Una pistola, un rifle, un tanque o un soldado de plástico se han convertido en los regalos favoritos de los niños iraquíes en estas fiestas musulmanas del sacrificio, para poder jugar a la guerra y recrear, en algunos casos, escenas vividas en carne propia.
En vísperas del comienzo de la fiesta de "Eid al adha", el viernes, los mercados de juguetes en distintas ciudades iraquíes se han abarrotado de todo tipo de equipos militares hechos de plástico.
En las calles de Bagdad, numerosos niños acompañados de sus padres han hecho fila delante de las tiendas para comprar la figurita de un soldado, un arma de plástico o un avión militar con mando a distancia.
Jalil Ahmed, dueño de una tienda en el mercado de Kazimiya, al norte de Bagdad, dijo a Efe que "los rifles y las pistolas son los que más les gustan a los niños como regalos para el Eid".
"Todos son importados y están muy solicitados, a pesar de los llamamientos del Gobierno y de las organizaciones de defensa de la infancia para prohibir la venta de estos juguetes", agregó Ahmed.
Para este comerciante, la celebración de las fiestas en Irak ha cambiado mucho. Antes los niños bailaban y jugaban en los parques de atracciones, y ahora inventan una guerra en sus pasatiempos.
Mientras hace la compra para las fiestas, las más importantes del calendario musulmán, Nesrin Abdalá se queja de que su niño insiste en comprar un fusil.
"He intentado convencerle para que compre otro juguete, pero lo ha rechazado y ha llorado para obligarme a que se lo regale", dijo Nesrin a Efe.
Su hijo, Habib, de 9 años, explica que ha quedado con sus vecinos del barrio en que organizarán un "combate en la calle" durante los festivos.
"Vamos a hacer dos equipos: uno tendrá fusiles y otro tanques, y participaremos en combates cada tarde durante los días de la fiesta", señaló Habib, muy emocionado.
Las batallas inventadas entre los menores se han convertido últimamente en un fenómeno en las calles de Bagdad. Los niños cada vez imitan más a los soldados iraquíes y estadounidenses cuando hacen redadas e irrumpen en las casas en búsqueda de insurgentes.
Qeis Abdún, de 11 años, de la provincia de Salahedín, al norte de Bagdad, recordó a Efe: "He visto a los soldados salvajes irrumpiendo por la noche en nuestra casa. Tenían armas y golpearon la puerta con sus pies para abrirla".
Por eso, Abdún desempeñará el papel de un soldado durante la "guerra" que jugará con sus vecinos en la calle el segundo día del Eid.
"En el juego, a mi me toca romper la puerta de la casa de mi amigo tal y como hacen los soldados", comentó el niño.
Aunque dice que está contento porque hará este papel, no puede olvidar que su tío murió por disparos de hombres armados hace dos años.
"Quiero comprar un arma porque todos mis amigos tienen tanques y pistolas, y queremos hacer un buen equipo de combates", añadió Abdún, a quien le importa menos comprar ropa nueva para las fiestas, como es de costumbre para los niños en Irak.
Muchos menores han visto a sus padres y hermanos morir en ataques o redadas contra sus casas, por lo que la idea de la guerra está omnipresente en su tiempo libre.
El sociólogo iraquí Jalil Hasan al Ubeidi piensa que el hecho de que a un niño le gusten más los "juguetes militares" en las ocasiones de alegría, como en estas fiestas musulmanas, demuestra un "cambio brutal en el comportamiento de los pequeños".
"El círculo de la guerra está cada vez más cerca al pensamiento del niño y sus ambiciones", advertió Al Ubeidi.
La preocupación por los niños ha llegado a altos cargos del Gobierno iraquí. El primer ministro, Nuri al Maliki, instó a los profesores en los colegios a que colaboren en apoyar a los pequeños y ofrecerles una enseñanza adecuada lejos de la violencia.
Después de estos llamamientos, falta esperar hasta qué punto se afectarán los pequeños por la violencia que no para en Irak. EFE
Fuente: http://www.hoy.es/
jueves, 26 de noviembre de 2009
IDIOMA
elcastellano.org
Un sitio muy interesante, con diversos artículos sobre gramática, etimología, diccionarios, historia de la lengua, noticias sobre el idioma, etc. Para dedicarle un buen rato. Que lo disfruten.
http://www.elcastellano.org/
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Medios
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martes, 17 de noviembre de 2009
El encantador de perros
TELEVISIÓN
"EL ENCANTADOR DE PERROS", EL NUEVO PROGRAMA DE ANIMAL PLANET. EL MEXICANO CÉSAR MILLAN ENSEÑA LA CONVIVENCIA ENTRE CANINOS Y HUMANOS ¿QUÉ HACER CON UN PERRO INADAPTADO, UN PERRO QUE SE PELEA CON TODOS LOS OTROS PERROS, QUE GRUÑE A LAS VISITAS, QUE LADRA A LOS CHICOS, QUE MUERDE AL DUEÑO? CÉSAR MILLAN ES LA RESPUESTA.
Cesar se sentó frente a ellos con su postura habitualmente perfecta. “¿Cómo puedo ayudar?”.
“¿Puede transformar a nuestro monstruo en un perrito adorable?”, le preguntó Linda mientras se subía una de las mangas de su camisa de bambula y exhibía un antebrazo lleno de mordeduras y arañazos. “Ya sé, es un demonio. Pero lo amo, ¿qué puedo decir?”
Cesar miró el brazo y pestañó: “Wow”.
No fue un “wow” alarmado. Todo lo contrario. Fue emitido en una voz suave y algodonosa, la misma que antes había dicho ¿cómo puedo ayudar? Hay algo en esa voz que hace que la gente confíe en Cesar. La gente y los animales. Tanto que desde que llegó de México a los Estados Unidos hace catorce años, Cesar Millan se ha convertido en el entrenador de perros más famoso de la televisión y entre sus clientes se encuentra el celoso Caniche de Will Smith y el asustadizo Labrador de Oprah Winfrey. En su programa The Dog Whisperer o El encantador de perros dependiendo del lado de la frontera del que se esté parado, Cesar enseña a la gente a lidiar con sus perros con problemas –timidez, neurosis, histeria, fobias, y más comúnmente, agresión– y lo hace con tal éxito que ya ha cosechado millones de fanáticos y una lista igual de grande de enemigos.
Cesar Millan es un hombre de estatura mediana, con el físico de un jugador de fútbol. Tiene unos treinta y largos años que parecen menos, grandes ojos, piel oliva y dientes blanquísimos como aspirinas. Es además, el director del Dog Psychology Center de Los Angeles. El centro está situado al final de un largo callejón rodeado por garajes y fábricas en una zona industrial del sur de California. Allí, detrás de una alta reja verde, hay un gran patio de cemento. Y todo alrededor del patio, hay perros. Perros echados al sol, perros jugando con el agua de los charcos, perros olfateándose entre sí. Los dueños llevan ahí a los perros con problemas graves, generalmente de agresión. Cesar se los queda un mínimo de dos semanas ayudándolos a integrarse en sociedad. Por lo general, en un día cualquiera, hay alrededor de unos cincuenta perros. Hay un Bloodhound que mordió a su dueña, un Terrier que no puede confiar en la gente, un Pitbull que mató a un Labrador. Y un Rottweiler que perdió un ojo en una pelea. Y que ahora está lamiéndole la oreja a un Bulldog. Cuando Cesar se para en el medio de todos ellos, su espalda erguida y derecha, el lugar recuerda el patio de una prisión. Pero de la prisión más apacible de California.
Por las mañanas Cesar lleva a su banda de forajidos a pasear durante cuatros horas por las montañas. El camina adelante, lo siguen los Pitbulls, los Rottweilers y los ovejeros alemanes con mochilitas, así cuando los perros pequeños se cansan, Cesar los puede subir en las espaldas de los más grandes.
Cesar no tiene una educación formal. Todo lo que sabe lo aprendió en la granja de su abuelo en México y de las series Lassie y Rin Tin Tin. De niño lo llamaban “el perrero” porque podía pasarse horas mirando a un animal hasta sentir que podía pensar como él. Pero allí, en la granja mexicana, los perros eran perros y los humanos, humanos. A los veintiún años un “coyote” llevó a Cesar a través de la frontera. Se escondieron en un pozo. Con el agua hasta el torso. Corrieron por el barro y a través de una autopista. Un taxi los llevó a San Diego. Después de unos meses en la calle, encontró trabajo en una peluquería canina. Mientras, comenzó a pasear perros en un Chevy blanco. En esos primeros tratos con dueños de animales, descubrió algo extraño: en las familias norteamericanas los perros eran tratados como niños. Y habitualmente los problemas de los perros eran los de sus dueños.
Cuando Cesar entra a una casa donde vive un perro agresivo la escena se desarrolla más o menos así: el perro lo olfatea. Cesar se deja oler. El perro mira amenazadoramente. Cesar le pone la correa. El perro tironea enojado. Arruga el hocico. Muestra los colmillos y deja caer las orejas. Lucha. Un macho alfa contra otro macho alfa. De golpe, intenta morder a Cesar. La dueña se cubre los ojos. Cesar le pide que abandone la habitación. Cesar se mantiene firme, no suelta la correa. Parece un domador. Finalmente, después de varios minutos, logra que el perro se siente. Luego, que se eche de costado. Cesar acaricia su estómago. “Esto es lo que necesitaba” dice. El rostro del perro no transmite capitulación sino alivio. “El problema en los Estados Unidos es que la gente cree que los perros son personitas peludas y se dejan dominar por ellos. No hay perros malos, las personalidades son creadas por sus dueños.”
Si se mira el programa sin sonido, sin los gruñidos antipáticos del perro y los chillidos nerviosos de su dueña, se puede ver cómo desde que Cesar entra a la habitación el animal no le quita los ojos de encima. ¿Qué es lo que ve? En algún sentido, lo mismo que nosotros: que Cesar tiene presencia.
Todo lo que sabe sobre los perros sugiere que, de una manera que no ocurre con ningún otro animal, los perros estudian el movimiento humano. El antropólogo Brian Hare hizo varios experimentos con perros. Colocó, sin que el perro lo viera, una pelota de tenis debajo de un balde y puso otro balde, sin pelota, a unos metros de distancia. El perro no tenía idea de dónde estaba el juguete. Hare miró intensamente hacia el balde correcto. El perro fue directamente hacia él. Cuando Hare hizo el mismo experimento con un chimpancé, un animal que comparte el 98.6 por ciento de nuestros genes, el mono no podía entenderlo. Hare decidió que un perro puede mirar a un humano para pedirle ayuda, un mono, no. No es que los perros sean más inteligentes sino que tienen una actitud diferente hacia nosotros: están interesados en los seres humanos. “Interesados al punto de la obsesión”, dice Hare, “para un perro un humano es una pelota de tenis gigante”.
Hay una batalla silenciosa en los círculos caninos. Se la podría llamar el caso Millan vs. Dunbar. Si fuese una pelea de perros sería una entre un Pit Bull y un Border Collie. Lo que sería prácticamente imposible ya que el Border simplemente abandonaría la escena, cosa que Dunbar haría, si no fuera porque los espectadores lo vuelven a empujar al centro del ring una y otra vez. Porque Dunbar representa un lado. El científico. Y Cesar Millan, el opuesto. El intuitivo. Dunbar es considerado, por sus pares, el científico más innovador en el campo del entrenamiento canino, con una cadena de títulos universitarios en psicología y bioquímica, un doctorado en comportamiento animal y años de investigación en agresión de perros domésticos. Millan es una celebridad de Hollywood. Y tiene algo que puede bajarle el copete a cualquier título: tiene carisma.
En realidad, la pelea Millan vs. Dunbar representa una eterna disputa entre entrenadores. El conflicto radica en una pregunta de base: ¿los mejores resultados se obtienen premiando la buena conducta o castigando la mala?
En un editorial en el New York Times se dijo que Millan era un hombre solo dirigido a destruir cuarenta años de progreso en el estudio de los perros. En términos generales, Millan suscribe a la idea de que la dependencia de un perro respecto de su amo nace de la fidelidad instintiva que une a un lobo con el líder de la manada. Para él, hay que crear sumisión, una calma sumisión en el animal. “Los dueños en Norteamérica solo dan afecto afecto y afecto. Pero un perro balanceado deber recibir ejercicio, disciplina y afecto. En ese orden.” Para Dunbar, en cambio, los perros están evolutivamente demasiado lejos de sus ascendentes los lobos como para trazar la analogía. “Generaciones de evolución los separan de ellos. No tiene sentido. Aprender de los lobos para entender a los perros es como aprender de los monos para entender a los hombres. Además, el miedo no entrena a un perro a ser confiable”.
Pero el asunto es que Millan consigue resultados y que éstos son presenciados por millones de televidentes dispuestos a seguir sus consejos. La pregunta es si ellos sólo le sirven a alguien investido de poderes chamánicos como Cesar, o si realmente, como el show sugiere, esos poderes pueden ser aprendidos por cualquiera. Cosa que a los mismos productores les debe preocupar ya que cada tanto, frente a algunas de escena, aparece un cartel que dice: “No pruebe esto en casa”. Es altamente probable que no todos tengamos el don de crear orden del caos.
La presencia de Cesar impresiona no sólo a los dueños de perros sino también a bailarines y analistas de movimiento. Cuando Cesar entra a una habitación el perro lo estudia. Y lo que ve, aparentemente, es una persona “hermosamente organizada intra-físicamente”, dice Karen Bradley, directora del programa de Danza de la Universidad de Maryland que fue convocada para presenciar a Cesar en acción. Bradley utiliza el Análisis del Movimiento Laban para entender y describir el movimiento. Cuán fluido, esforzado, rápido, lento, fuerte o liviano, es un movimiento y qué transmite eso a los otros. El austríaco Rudolf Von Laban, precursor de la danza moderna alemana y creador de la Notación Laban, desarrolló un método para experimentar, ver, describir y anotar movimiento hasta que sus implicancias funcionales y expresivas quedaran en total evidencia. La combinación de posturas y movimientos para Laban se llama fraseo y los grandes comunicadores son aquellos que pueden combinar perfectamente su fraseo con sus intenciones comunicativas.
Bradley dice que Cesar tiene un fraseo impactante. Y si se lo mira con cuidado se puede ver cómo sus manos y su torso se mueven rítmicamente, a un tempo moderado, alternando movimientos cortos y largos, como una pequeña danza ritual. “Lo normal, en la gente común que anda por la calle, es un fraseo indiferenciado. Sólo muy de vez en cuando uno se encuentra con alguien con este tipo de movimiento: un torso simétrico, muy vertical, un centro de gravedad bajo, estable, que transmite calma. ¿Qué se hace con alguien con semejante habilidad para comunicarse con claridad?, dice Bradley. “Se le da un programa de televisión. O se lo elige presidente.”
El encantador de perros se emite los martes a las 22 por Animal Planet. Se repite los sábados a la misma hora.
Fuente: Tea Imagen http://www.gacemail.com.ar/
"EL ENCANTADOR DE PERROS", EL NUEVO PROGRAMA DE ANIMAL PLANET. EL MEXICANO CÉSAR MILLAN ENSEÑA LA CONVIVENCIA ENTRE CANINOS Y HUMANOS ¿QUÉ HACER CON UN PERRO INADAPTADO, UN PERRO QUE SE PELEA CON TODOS LOS OTROS PERROS, QUE GRUÑE A LAS VISITAS, QUE LADRA A LOS CHICOS, QUE MUERDE AL DUEÑO? CÉSAR MILLAN ES LA RESPUESTA.
Cesar se sentó frente a ellos con su postura habitualmente perfecta. “¿Cómo puedo ayudar?”.
“¿Puede transformar a nuestro monstruo en un perrito adorable?”, le preguntó Linda mientras se subía una de las mangas de su camisa de bambula y exhibía un antebrazo lleno de mordeduras y arañazos. “Ya sé, es un demonio. Pero lo amo, ¿qué puedo decir?”
Cesar miró el brazo y pestañó: “Wow”.
No fue un “wow” alarmado. Todo lo contrario. Fue emitido en una voz suave y algodonosa, la misma que antes había dicho ¿cómo puedo ayudar? Hay algo en esa voz que hace que la gente confíe en Cesar. La gente y los animales. Tanto que desde que llegó de México a los Estados Unidos hace catorce años, Cesar Millan se ha convertido en el entrenador de perros más famoso de la televisión y entre sus clientes se encuentra el celoso Caniche de Will Smith y el asustadizo Labrador de Oprah Winfrey. En su programa The Dog Whisperer o El encantador de perros dependiendo del lado de la frontera del que se esté parado, Cesar enseña a la gente a lidiar con sus perros con problemas –timidez, neurosis, histeria, fobias, y más comúnmente, agresión– y lo hace con tal éxito que ya ha cosechado millones de fanáticos y una lista igual de grande de enemigos.
Cesar Millan es un hombre de estatura mediana, con el físico de un jugador de fútbol. Tiene unos treinta y largos años que parecen menos, grandes ojos, piel oliva y dientes blanquísimos como aspirinas. Es además, el director del Dog Psychology Center de Los Angeles. El centro está situado al final de un largo callejón rodeado por garajes y fábricas en una zona industrial del sur de California. Allí, detrás de una alta reja verde, hay un gran patio de cemento. Y todo alrededor del patio, hay perros. Perros echados al sol, perros jugando con el agua de los charcos, perros olfateándose entre sí. Los dueños llevan ahí a los perros con problemas graves, generalmente de agresión. Cesar se los queda un mínimo de dos semanas ayudándolos a integrarse en sociedad. Por lo general, en un día cualquiera, hay alrededor de unos cincuenta perros. Hay un Bloodhound que mordió a su dueña, un Terrier que no puede confiar en la gente, un Pitbull que mató a un Labrador. Y un Rottweiler que perdió un ojo en una pelea. Y que ahora está lamiéndole la oreja a un Bulldog. Cuando Cesar se para en el medio de todos ellos, su espalda erguida y derecha, el lugar recuerda el patio de una prisión. Pero de la prisión más apacible de California.
Por las mañanas Cesar lleva a su banda de forajidos a pasear durante cuatros horas por las montañas. El camina adelante, lo siguen los Pitbulls, los Rottweilers y los ovejeros alemanes con mochilitas, así cuando los perros pequeños se cansan, Cesar los puede subir en las espaldas de los más grandes.
Cesar no tiene una educación formal. Todo lo que sabe lo aprendió en la granja de su abuelo en México y de las series Lassie y Rin Tin Tin. De niño lo llamaban “el perrero” porque podía pasarse horas mirando a un animal hasta sentir que podía pensar como él. Pero allí, en la granja mexicana, los perros eran perros y los humanos, humanos. A los veintiún años un “coyote” llevó a Cesar a través de la frontera. Se escondieron en un pozo. Con el agua hasta el torso. Corrieron por el barro y a través de una autopista. Un taxi los llevó a San Diego. Después de unos meses en la calle, encontró trabajo en una peluquería canina. Mientras, comenzó a pasear perros en un Chevy blanco. En esos primeros tratos con dueños de animales, descubrió algo extraño: en las familias norteamericanas los perros eran tratados como niños. Y habitualmente los problemas de los perros eran los de sus dueños.
Cuando Cesar entra a una casa donde vive un perro agresivo la escena se desarrolla más o menos así: el perro lo olfatea. Cesar se deja oler. El perro mira amenazadoramente. Cesar le pone la correa. El perro tironea enojado. Arruga el hocico. Muestra los colmillos y deja caer las orejas. Lucha. Un macho alfa contra otro macho alfa. De golpe, intenta morder a Cesar. La dueña se cubre los ojos. Cesar le pide que abandone la habitación. Cesar se mantiene firme, no suelta la correa. Parece un domador. Finalmente, después de varios minutos, logra que el perro se siente. Luego, que se eche de costado. Cesar acaricia su estómago. “Esto es lo que necesitaba” dice. El rostro del perro no transmite capitulación sino alivio. “El problema en los Estados Unidos es que la gente cree que los perros son personitas peludas y se dejan dominar por ellos. No hay perros malos, las personalidades son creadas por sus dueños.”
Si se mira el programa sin sonido, sin los gruñidos antipáticos del perro y los chillidos nerviosos de su dueña, se puede ver cómo desde que Cesar entra a la habitación el animal no le quita los ojos de encima. ¿Qué es lo que ve? En algún sentido, lo mismo que nosotros: que Cesar tiene presencia.
Todo lo que sabe sobre los perros sugiere que, de una manera que no ocurre con ningún otro animal, los perros estudian el movimiento humano. El antropólogo Brian Hare hizo varios experimentos con perros. Colocó, sin que el perro lo viera, una pelota de tenis debajo de un balde y puso otro balde, sin pelota, a unos metros de distancia. El perro no tenía idea de dónde estaba el juguete. Hare miró intensamente hacia el balde correcto. El perro fue directamente hacia él. Cuando Hare hizo el mismo experimento con un chimpancé, un animal que comparte el 98.6 por ciento de nuestros genes, el mono no podía entenderlo. Hare decidió que un perro puede mirar a un humano para pedirle ayuda, un mono, no. No es que los perros sean más inteligentes sino que tienen una actitud diferente hacia nosotros: están interesados en los seres humanos. “Interesados al punto de la obsesión”, dice Hare, “para un perro un humano es una pelota de tenis gigante”.
Hay una batalla silenciosa en los círculos caninos. Se la podría llamar el caso Millan vs. Dunbar. Si fuese una pelea de perros sería una entre un Pit Bull y un Border Collie. Lo que sería prácticamente imposible ya que el Border simplemente abandonaría la escena, cosa que Dunbar haría, si no fuera porque los espectadores lo vuelven a empujar al centro del ring una y otra vez. Porque Dunbar representa un lado. El científico. Y Cesar Millan, el opuesto. El intuitivo. Dunbar es considerado, por sus pares, el científico más innovador en el campo del entrenamiento canino, con una cadena de títulos universitarios en psicología y bioquímica, un doctorado en comportamiento animal y años de investigación en agresión de perros domésticos. Millan es una celebridad de Hollywood. Y tiene algo que puede bajarle el copete a cualquier título: tiene carisma.
En realidad, la pelea Millan vs. Dunbar representa una eterna disputa entre entrenadores. El conflicto radica en una pregunta de base: ¿los mejores resultados se obtienen premiando la buena conducta o castigando la mala?
En un editorial en el New York Times se dijo que Millan era un hombre solo dirigido a destruir cuarenta años de progreso en el estudio de los perros. En términos generales, Millan suscribe a la idea de que la dependencia de un perro respecto de su amo nace de la fidelidad instintiva que une a un lobo con el líder de la manada. Para él, hay que crear sumisión, una calma sumisión en el animal. “Los dueños en Norteamérica solo dan afecto afecto y afecto. Pero un perro balanceado deber recibir ejercicio, disciplina y afecto. En ese orden.” Para Dunbar, en cambio, los perros están evolutivamente demasiado lejos de sus ascendentes los lobos como para trazar la analogía. “Generaciones de evolución los separan de ellos. No tiene sentido. Aprender de los lobos para entender a los perros es como aprender de los monos para entender a los hombres. Además, el miedo no entrena a un perro a ser confiable”.
Pero el asunto es que Millan consigue resultados y que éstos son presenciados por millones de televidentes dispuestos a seguir sus consejos. La pregunta es si ellos sólo le sirven a alguien investido de poderes chamánicos como Cesar, o si realmente, como el show sugiere, esos poderes pueden ser aprendidos por cualquiera. Cosa que a los mismos productores les debe preocupar ya que cada tanto, frente a algunas de escena, aparece un cartel que dice: “No pruebe esto en casa”. Es altamente probable que no todos tengamos el don de crear orden del caos.
La presencia de Cesar impresiona no sólo a los dueños de perros sino también a bailarines y analistas de movimiento. Cuando Cesar entra a una habitación el perro lo estudia. Y lo que ve, aparentemente, es una persona “hermosamente organizada intra-físicamente”, dice Karen Bradley, directora del programa de Danza de la Universidad de Maryland que fue convocada para presenciar a Cesar en acción. Bradley utiliza el Análisis del Movimiento Laban para entender y describir el movimiento. Cuán fluido, esforzado, rápido, lento, fuerte o liviano, es un movimiento y qué transmite eso a los otros. El austríaco Rudolf Von Laban, precursor de la danza moderna alemana y creador de la Notación Laban, desarrolló un método para experimentar, ver, describir y anotar movimiento hasta que sus implicancias funcionales y expresivas quedaran en total evidencia. La combinación de posturas y movimientos para Laban se llama fraseo y los grandes comunicadores son aquellos que pueden combinar perfectamente su fraseo con sus intenciones comunicativas.
Bradley dice que Cesar tiene un fraseo impactante. Y si se lo mira con cuidado se puede ver cómo sus manos y su torso se mueven rítmicamente, a un tempo moderado, alternando movimientos cortos y largos, como una pequeña danza ritual. “Lo normal, en la gente común que anda por la calle, es un fraseo indiferenciado. Sólo muy de vez en cuando uno se encuentra con alguien con este tipo de movimiento: un torso simétrico, muy vertical, un centro de gravedad bajo, estable, que transmite calma. ¿Qué se hace con alguien con semejante habilidad para comunicarse con claridad?, dice Bradley. “Se le da un programa de televisión. O se lo elige presidente.”
El encantador de perros se emite los martes a las 22 por Animal Planet. Se repite los sábados a la misma hora.
Fuente: Tea Imagen http://www.gacemail.com.ar/
jueves, 12 de noviembre de 2009
Religión
Miradas sobre Dios
Transcribo aquí un fragmento del libro La vida eterna de Fernando Savater (2007), publicado en la Revista del Diario La Nación el 25 de marzo de 2007. Para pensar...
Polémico y provocador, este libro trata de la religión o más bien de las religiones: en qué consiste creer, en qué creemos o no creemos y que vinculación guardan estas creencias con la más importante y central de todas, el afán de inmortalidad. Pero también habla de la verdad, de la diferencia entre credulidad y fe, de las vías no dogmáticas del espíritu, de las implicaciones políticas que tienen las ortodoxias fanáticas, del papel de la formación religiosa en la educación de las democracias laicas, etc. (Fuente: Tematika.com)
(...) Desgraciadamente, los medios de comunicación –por no hablar de las infinitas páginas de la Web– están llenos de alimentos basura para la insaciable credulidad de algunos: milagros, conspiraciones, fantasmagorías, manipulaciones de la historia, sectas secretas omnipotentes, extraterrestres de pacotilla, poderes paranormales y apariciones diabólicas. Cuando no, propaganda disfrazada de ciencia para respaldar maniobras siniestras de políticos o explotadores de la miseria ajena: así el establecimiento de jerarquías raciales o sexistas, así los delirios genealógicos del nacionalismo, así las supuestas «armas de destrucción masiva» que sirvieron de falso pretexto a la guerra de Irak. Lo característico de la credulidad es su carácter acrítico y su fondo siempre interesado, aunque con frecuencia tenga a largo plazo consecuencias nefastas incluso para los propios creyentes. Si algo debería combatirse implacablemente por medio de la educación no es tanto la fe sino la credulidad.
Por supuesto, el campo de las religiones abarca todas las derivas imaginables entre la una y la otra: es el precio por buscar explicaciones últimas y absolutas, no ya del funcionamiento biológico o social de los seres humanos, sino del sentido de su experimento vital. Pero a la credulidad por exceso se contrapone también otra, por defecto: la del cientifismo reductor que despacha como supersticiones sin sentido no sólo las soluciones religiosas sino incluso las mismas inquietudes humanas de que provienen. Actualmente, con una apelación voluntariosa a la teoría de la evolución y unas cuantas pinceladas de genética, algunos cándidos creen haberse despertado para siempre de las tinieblas que han oscurecido el progreso. Por supuesto, de este modo pueden desbaratar justificadamente el pseudocientifismo de los creacionistas (incluso de ese creacionismo con estudios elementales que es la doctrina del Diseño Inteligente) y otras incursiones semejantes de mentes clericales en áreas como la astronomía, la psicología, etc. Pero el resto de cuestiones referidas a las pautas morales, por ejemplo, o al carácter simbólico de los principales logros culturales humanos son más reacias a dejarse despejar por medio de ecuaciones y observaciones de laboratorio. De ahí que autores por lo demás tan sugestivos como Steven Pinker se vuelvan alarmantemente inconsistentes al tratar asuntos como la educación, cuya importancia minimiza porque es interpersonal y no genética.
Disculpen que, para aclarar mi punto de vista, recurra a una sobada parábola: supongamos que nos enfrentamos con el debido arrobo y admiración a un cuadro de Velázquez o Rembrandt. Ante su perfección formal y la delicada riqueza de sugestiones que nos transmite el lienzo, quedamos en maravillado suspenso. Entonces, un exaltado susurra a nuestro oído derecho: “¡Esta obra es un auténtico milagro! Ningún hombre común puede haberla concebido y ejecutado. Sólo puede explicarse por una inspiración llegada de los cielos, por el don generoso y enigmático del Ser Supremo que –a través de este artista– nos hace llegar un mensaje sublime para ayudarnos a soportar mejor nuestra pequeñez mortal… y hacernos concebir la esperanza de la eternidad”. Pero otra voz, más severa y sardónica, susurra a nuestro oído izquierdo: “¡No está mal, no está mal! Aunque, a fin de cuentas, sólo se trata de una superposición de diversos pigmentos de origen vegetal y mineral, distribuidos con pericia sobre una superficie textil, de tal modo que a cierta distancia se adivinen varias formas que se asemejan a objetos y personas. Está comprobado que, a veces, la erosión de las rocas o la caprichosa y cambiante forma de las nubes logra efectos bastante similares”. O sea, la primera voz nos dice “es nada menos que...” y la segunda “no es más que...”. En ambos casos, el incrédulo siente que se le escamotea algo esencial, un enigma racional que no admite solución simplificadora, algo que está más acá de los dioses pero más allá del nivel fisicoquímico de la causalidad. Una relación de sentido entre los únicos seres capaces de comprender significados, tan lejos de poder ser explicada convincentemente por cualquier “presencia real” divina (y aquí me permito abusar de George Steiner) como por la mera concatenación de reacciones a nivel atómico.
Volviendo otra vez a la prosa filosófica, digámoslo con las doctas palabras de Habermas: “No se discute el hecho de que todas las operaciones del espíritu humano dependan enteramente de sustratos orgánicos. La controversia versa más bien sobre la forma correcta de naturalizar el espíritu. Pues una adecuada comprensión naturalista de la evolución cultural debe dar cuenta de la constitución intersubjetiva del espíritu, así como del carácter normativo de sus operaciones regidas por reglas”. Es decir: el espíritu humano, ese reflejo simbólico de la vida que intentamos describir someramente en el capítulo precedente, constituye una irrefutable evidencia para cualquier ser pensante. Pues bien, la fe religiosa –en la mayoría de los casos– convierte al espíritu en una entidad separable por medios sobrenaturales del cuerpo e independiente de él en lo tocante a méritos o responsabilidades. Lo cual, por abreviar, resulta poco convincente ante el más benévolo examen racionalista. En el rincón opuesto del ring, el cientifismo –o sea, la ciencia convertida en ideología y, por decirlo así, sacada de quicio– convierte al llamado “espíritu” en una especie de leyenda idealista que magnifica adaptaciones evolutivas y reacciones fisiológicas: un fábula, vamos, la edificante historieta narrada por un idiota que se pavonea en el escenario del mundo y que a fin de cuentas nada significa... Ambos planteamientos me parecen claramente insatisfactorios porque ninguno de ellos se sitúa en el plano propiamente humano, sino en niveles situados voluntariamente por encima o por debajo de él.
(...) Para dar cuenta cabal de lo humano, la búsqueda de la verdad no puede renunciar desde luego a la objetividad que prescinde de embelecos sobrenaturales, pero tampoco a la subjetividad que, más allá de constatar hechos, narra vivencias desde dentro: no es lícito refugiarse en los cielos ni soterrarse en la impersonalidad que subyace la relación simbólica que nos caracteriza.
Por Fernando Savater
Transcribo aquí un fragmento del libro La vida eterna de Fernando Savater (2007), publicado en la Revista del Diario La Nación el 25 de marzo de 2007. Para pensar...
Polémico y provocador, este libro trata de la religión o más bien de las religiones: en qué consiste creer, en qué creemos o no creemos y que vinculación guardan estas creencias con la más importante y central de todas, el afán de inmortalidad. Pero también habla de la verdad, de la diferencia entre credulidad y fe, de las vías no dogmáticas del espíritu, de las implicaciones políticas que tienen las ortodoxias fanáticas, del papel de la formación religiosa en la educación de las democracias laicas, etc. (Fuente: Tematika.com)
(...) Desgraciadamente, los medios de comunicación –por no hablar de las infinitas páginas de la Web– están llenos de alimentos basura para la insaciable credulidad de algunos: milagros, conspiraciones, fantasmagorías, manipulaciones de la historia, sectas secretas omnipotentes, extraterrestres de pacotilla, poderes paranormales y apariciones diabólicas. Cuando no, propaganda disfrazada de ciencia para respaldar maniobras siniestras de políticos o explotadores de la miseria ajena: así el establecimiento de jerarquías raciales o sexistas, así los delirios genealógicos del nacionalismo, así las supuestas «armas de destrucción masiva» que sirvieron de falso pretexto a la guerra de Irak. Lo característico de la credulidad es su carácter acrítico y su fondo siempre interesado, aunque con frecuencia tenga a largo plazo consecuencias nefastas incluso para los propios creyentes. Si algo debería combatirse implacablemente por medio de la educación no es tanto la fe sino la credulidad.
Por supuesto, el campo de las religiones abarca todas las derivas imaginables entre la una y la otra: es el precio por buscar explicaciones últimas y absolutas, no ya del funcionamiento biológico o social de los seres humanos, sino del sentido de su experimento vital. Pero a la credulidad por exceso se contrapone también otra, por defecto: la del cientifismo reductor que despacha como supersticiones sin sentido no sólo las soluciones religiosas sino incluso las mismas inquietudes humanas de que provienen. Actualmente, con una apelación voluntariosa a la teoría de la evolución y unas cuantas pinceladas de genética, algunos cándidos creen haberse despertado para siempre de las tinieblas que han oscurecido el progreso. Por supuesto, de este modo pueden desbaratar justificadamente el pseudocientifismo de los creacionistas (incluso de ese creacionismo con estudios elementales que es la doctrina del Diseño Inteligente) y otras incursiones semejantes de mentes clericales en áreas como la astronomía, la psicología, etc. Pero el resto de cuestiones referidas a las pautas morales, por ejemplo, o al carácter simbólico de los principales logros culturales humanos son más reacias a dejarse despejar por medio de ecuaciones y observaciones de laboratorio. De ahí que autores por lo demás tan sugestivos como Steven Pinker se vuelvan alarmantemente inconsistentes al tratar asuntos como la educación, cuya importancia minimiza porque es interpersonal y no genética.
Disculpen que, para aclarar mi punto de vista, recurra a una sobada parábola: supongamos que nos enfrentamos con el debido arrobo y admiración a un cuadro de Velázquez o Rembrandt. Ante su perfección formal y la delicada riqueza de sugestiones que nos transmite el lienzo, quedamos en maravillado suspenso. Entonces, un exaltado susurra a nuestro oído derecho: “¡Esta obra es un auténtico milagro! Ningún hombre común puede haberla concebido y ejecutado. Sólo puede explicarse por una inspiración llegada de los cielos, por el don generoso y enigmático del Ser Supremo que –a través de este artista– nos hace llegar un mensaje sublime para ayudarnos a soportar mejor nuestra pequeñez mortal… y hacernos concebir la esperanza de la eternidad”. Pero otra voz, más severa y sardónica, susurra a nuestro oído izquierdo: “¡No está mal, no está mal! Aunque, a fin de cuentas, sólo se trata de una superposición de diversos pigmentos de origen vegetal y mineral, distribuidos con pericia sobre una superficie textil, de tal modo que a cierta distancia se adivinen varias formas que se asemejan a objetos y personas. Está comprobado que, a veces, la erosión de las rocas o la caprichosa y cambiante forma de las nubes logra efectos bastante similares”. O sea, la primera voz nos dice “es nada menos que...” y la segunda “no es más que...”. En ambos casos, el incrédulo siente que se le escamotea algo esencial, un enigma racional que no admite solución simplificadora, algo que está más acá de los dioses pero más allá del nivel fisicoquímico de la causalidad. Una relación de sentido entre los únicos seres capaces de comprender significados, tan lejos de poder ser explicada convincentemente por cualquier “presencia real” divina (y aquí me permito abusar de George Steiner) como por la mera concatenación de reacciones a nivel atómico.
Volviendo otra vez a la prosa filosófica, digámoslo con las doctas palabras de Habermas: “No se discute el hecho de que todas las operaciones del espíritu humano dependan enteramente de sustratos orgánicos. La controversia versa más bien sobre la forma correcta de naturalizar el espíritu. Pues una adecuada comprensión naturalista de la evolución cultural debe dar cuenta de la constitución intersubjetiva del espíritu, así como del carácter normativo de sus operaciones regidas por reglas”. Es decir: el espíritu humano, ese reflejo simbólico de la vida que intentamos describir someramente en el capítulo precedente, constituye una irrefutable evidencia para cualquier ser pensante. Pues bien, la fe religiosa –en la mayoría de los casos– convierte al espíritu en una entidad separable por medios sobrenaturales del cuerpo e independiente de él en lo tocante a méritos o responsabilidades. Lo cual, por abreviar, resulta poco convincente ante el más benévolo examen racionalista. En el rincón opuesto del ring, el cientifismo –o sea, la ciencia convertida en ideología y, por decirlo así, sacada de quicio– convierte al llamado “espíritu” en una especie de leyenda idealista que magnifica adaptaciones evolutivas y reacciones fisiológicas: un fábula, vamos, la edificante historieta narrada por un idiota que se pavonea en el escenario del mundo y que a fin de cuentas nada significa... Ambos planteamientos me parecen claramente insatisfactorios porque ninguno de ellos se sitúa en el plano propiamente humano, sino en niveles situados voluntariamente por encima o por debajo de él.
(...) Para dar cuenta cabal de lo humano, la búsqueda de la verdad no puede renunciar desde luego a la objetividad que prescinde de embelecos sobrenaturales, pero tampoco a la subjetividad que, más allá de constatar hechos, narra vivencias desde dentro: no es lícito refugiarse en los cielos ni soterrarse en la impersonalidad que subyace la relación simbólica que nos caracteriza.
Por Fernando Savater
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Cómo guardar tu blog
Encontré una forma de guardar las entradas de mi blog, transformando las páginas HTML en archivos PDF.
Después de buscar un buen rato por la web probé este programita gratuito que me resultó bastante útil. Lo malo es que cada vez que quiero utilizarlo tengo que ir a la carpeta Mis archivos recibidos y clickear en el archivo .exe porque al instalarlo no crea ningún ícono de acceso directo. Tal vez haya alguna opción que desconozco.
La otra contra es que tengo que ingresar cada una de las páginas del blog por separado. Así, se van generando distintos archivos PDF por cada una de las páginas del blog, que yo en mi caso las fui guardando en el rígido.
Con este programa es posible guardar las entradas con fotos, dibujos, etc. En la página de Blogger probé la opción "Exportar mi blog" pero sólo me exporta los textos.
Aquí va el link correspondiente: http://www.winnovative-software.com/
Después de buscar un buen rato por la web probé este programita gratuito que me resultó bastante útil. Lo malo es que cada vez que quiero utilizarlo tengo que ir a la carpeta Mis archivos recibidos y clickear en el archivo .exe porque al instalarlo no crea ningún ícono de acceso directo. Tal vez haya alguna opción que desconozco.
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